Featured image

Por Jennifer Abbatacola

Mi hermosa abuela tenía poco más de 50 años cuando perdió a su esposo, el amor de su vida. Ella volcó todo su enfoque en sus cuatro hijos. No tenía las herramientas necesarias para hacer otra cosa. Su comportamiento impactó a sus hijos grandemente por el resto de sus vidas. Mi madre nunca fue realmente capaz de asimilar la pérdida de su padre. Eso la hizo vivir con miedo y, a consecuencia de su miedo, tuvo una relación desequilibrada con mi abuela.

Yo estuve casada con un hombre llamado Marc. Cuando él tenía alrededor de 13 años, sus padres se divorciaron después de un terrible matrimonio. Su familia se derrumbó. Yo amo a estas familias, pero en los momentos posteriores a la muerte de Marc, entre las 11:46 y el mediodía del 4 de julio de 2017, decidí que mi familia no repetiría la misma historia. La historia de mi familia sería diferente a la de nuestras familias de origen.

Cuando Dios permite una pérdida en nuestras vidas, respondemos con duelo.

El duelo no es un camino interminable de lamentos y gritos. No es un llanto incontrolable. No se trata de “atracones” de películas de Hallmark ni de maratones en Netflix. Tampoco es arrojar platos o destrozar un parabrisas con un bate de béisbol, aunque a veces esta es la reacción física del dolor interno de una persona. De hecho, nada de eso se vivió en mi hogar cuando murió el padre de mis hijos. Nuestro duelo fue tranquilo. Lo que hallamos en nuestro dolor fue muy diferente de lo que esperábamos. Podrías buscar en internet las definiciones clínicas de “duelo”. Hay expertos con múltiples títulos que pueden darte una explicación profesional. Para mí, el duelo es un camino de autorreflexión orquestado por Dios que debe ser respetado. El duelo es complicado y hermoso, si buscamos esos momentos gloriosos para descubrir más sobre nosotros mismos y sobre quién es Dios.

“Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo; tu vara y tu cayado me infundirán aliento”. Salmo 23:4

Cuando nos afligimos, nuestro Padre Celestial responde con consuelo. El consuelo es el acto de tener compasión el uno por el otro. Cuando se experimenta esa pérdida y comienza el dolor, no hay forma de practicar la compasión. No hay un ensayo previo. No puedo decirle a alguien que está experimentando esta profunda tristeza: “Oye, espera un momento; ya vuelvo. Déjame leer un libro o tomar una clase para aprender a consolarte”. Solo aparece de manera precipitada e inesperada, y necesitarás la ayuda de Dios para afrontarlo.

Mi abuela sufrió la muerte de su esposo, pero no brindó consuelo. Tal vez sea porque ella, como nosotros, tenía la tendencia a ser más compasiva con los niños pequeños que con los mayores. Parece que cuanto más pequeño era mi hijo, más compasión le tenía cuando se afligía. 

La primera vez que se caen mientras aprenden a caminar, dejamos a un lado lo que hacemos y lloramos con ellos, pero la decimoquinta vez les pedimos que se levanten. Les decimos “Estarás bien”, mientras continuamos trabajando en nuestra computadora portátil, contestamos el correo electrónico de un cliente o preparamos la cena. A medida que mis hijos crecían y se volvían más independientes, parecía que la copa de compasión que recibí al comienzo de su vida comenzaba a menguar. Olvidamos que nuestros hijos necesitan desahogarse y que no tienen la capacidad para atravesar ellos solos por este proceso… y tampoco nosotros.

Cuando su caída provoca mucho más que un rasguño físico en su dulce y suave rodilla, como cuando la pérdida es de un padre, una hermana o un mejor amigo… incluso si se trata de una gran decepción, una mudanza familiar, la pérdida de una mascota, un divorcio o un hermano pródigo, probablemente también estamos experimentando la pérdida con ellos y también nos sintamos emocionalmente vacíos, pero Dios tiene una forma especial de rellenar nuestra copa para que podamos responder.

Consolar a un niño que sufre no es complicado, pero tampoco es fácil. El Salmo 23 nos da un punto de partida. La imagen de la vara y el cayado que nos confortan parece extraña para nuestros oídos, pero es simplemente la imagen de un pastor acercándonos con el cayado cuando estamos demasiado lejos y protegiéndonos de cualquier daño.

Hay muchos libros sobre pérdida, duelo y consuelo con muchas buenas estrategias y listados de cosas maravillosas que hacer, pero, cuando perdí a mi esposo, descubrí que consolar a mis hijos requería solo tres opciones que los ayudaron a acercarse y dejarse proteger mientras se tomaban un tiempo para llorar: tiempo, paciencia y enfoque.

Desición #1: Tiempo

“Cercano está Jehová a los quebrantados de corazón; y salva a los contritos de espíritu”. Salmo 34:18

Un niño en duelo no tiene horario. La verdad es que debemos estar presentes y disponibles en un mundo donde no hay margen de tiempo. La Biblia es clara al respecto cuando nos dice que Dios mismo está cerca de los quebrantados de corazón. Esto no siempre es conveniente para nuestras vidas ocupadas, pero solo tienes que decidir que el proceso de duelo de tu hijo es una prioridad. Debido a que tu trabajo es conducir a tus hijos al Creador aun en medio de la adversidad, tú eliges modelar para ellos la respuesta del Señor. En todo caso, la necesidad de que ellos sepan que Dios es real aumenta en estas circunstancias, de modo que tú haces lo que Dios hace: te acercas a ellos, tomas un cayado y los acercas a ti. Tu hijo tiene el espíritu contrito.

En un mundo donde no se modela el discernimiento, nos encontramos en una etapa de gran pérdida y nos creemos incapaces de tomar una buena decisión, la urgencia de otra persona se convierte en tu prioridad. Existe la mentalidad de que debemos preocuparnos por cada pequeño detalle, como si buscaras un par de monedas por encima de una pila de billetes. Debido a mi personalidad y mi falta de sumisión, me fue un poco más fácil decir “eso no es importante para mí”; pero, para otros, esto sería difícil. Para mí no era importante dónde se sentaran las personas en el funeral, excepto por mis hijos. No dedicaría tiempo a esa decisión. Todo estaba a nombre de Marc. (Era parte de estar casada con un buen italiano). No tenía que cambiar eso en los primeros 30 días. Escribí cientos y cientos de notas de agradecimiento. Sé que olvidé a alguien, pero hice mi mejor esfuerzo. Lamento si pasé por alto a alguien, pero estaba consolando a mis hijos.

Todo esto significará que deberás evaluar rápidamente cuáles son las decisiones más importantes que debes tomar, en este momento, y qué decisiones pueden esperar. Cuando mis hijos perdieron a su padre en el verano de 2017, literalmente detuve todo. No fui a ninguna parte. Dejé que la gente me ayudara y constantemente le preguntaba al Señor: “¿Cuál es la decisión más importante que debo tomar en este momento?”

Rápidamente me di cuenta de que lo más importante que tenía que hacer desde el primer minuto era consolar a mis hijos. Todas las demás cosas podían esperar. La primera impresión que tuvieran de la nueva normalidad y los mensajes que recibirían de mí nunca tendrían una segunda oportunidad.

Cuando un niño sufre, nos corresponde a nosotros como padres decidir si lo hacen solos o con alguien más. Poner tu tiempo a su disposición es la forma más clara de comunicarles que no estarán solos. Una manera práctica de comunicar esta disponibilidad es tener reuniones familiares. Las reuniones familiares en mi hogar eran una oportunidad de reunir a mis hijos y decirles la verdad. Les decía cómo me sentía y les expresaba que también quería escuchar cómo se sentían ellos. Les dije que podían sentir lo que realmente estaban sintiendo… y que, fuera lo que fuera, no estaba mal. Y a medida que pasaba el tiempo y ellos confiaban en que yo los estaba escuchando, lentamente comenzamos a hablar juntos sobre las cosas importantes en nuestros corazones. Hablamos de su padre. Todos recorrimos la sala y dijimos una cosa por la que estábamos agradecidos. Se abrió un diálogo positivo. Requirió tiempo crear esta cultura de honestidad y sanidad en mi hogar.

Pero, aun así, nuestra vida estaba en movimiento y no siempre podrás tener reuniones familiares. Cuando no había reuniones y solo seguíamos viviendo en nuestra casa, recibiendo amigos y familiares, me tomaba el tiempo para detenerme en las escaleras, en una habitación o afuera en el patio. Nos acurrucábamos en el sofá o en la terraza. Todo se detenía cuando ellos necesitaban consuelo, porque tratarán de obtenerlo de alguna otra parte y quiero que sea de mí, quien puede conducirlos al verdadero consuelo en el Señor.

Hay días en que paso de un hijo a otro sin cesar. El consuelo requiere tiempo sin horario. Requiere que el Consolador en Jefe (que somos tú y yo) esté presente cuando llegue el momento.

Por las noches caigo exhausta tendida en la cama, y tú también lo harás. 

Si solo recordarás unas cuantas palabras de lo que escribí hoy, que sean estas: en medio de nuestra cultura ocupada, despeja tu agenda tanto como puedas y simplemente hazte disponible. Lo que necesitan tus hijos para procesar su duelo es tu disponibilidad.

En la Parte 2 compartiré con ustedes dos opciones más que los ayudará a guiar a sus hijos a través del duelo.

Biografía de la autora:

Jennifer Abbatacola nació y se crio en Chicago, Illinois. Ha servido con el personal de Harvest Bible Chapel Chicago por más de 12 años y está en el equipo de entrenamiento de Integrus Leadership, en College Station, Texas. Es madre soltera de cinco hijos: Justin (casado con Kerri), Lillian, Paige, Tommy y Sofie Rose. Su precioso padre fue llamado de repente a la presencia del Señor el 4 de julio de 2017. Jennifer se graduó de la Universidad Liberty. Ha organizado más de 560 fines de semana del ministerio para niños en Harvest y está pensando constantemente en métodos nuevos y convincentes para contar la historia de la Biblia a los niños de manera que puedan llegar a amar a Dios con todo su corazón. También es directora sénior de Campus Life y aprende a escuchar y cuidar a las personas de la iglesia. Jennifer le entregó su corazón al Señor el 28 de marzo de 1973, durante la escuela dominical de Mt. Prospect Bible Church. Vive con sus hijos más pequeños en una finca al oeste de Chicago.


One response to “Cómo consolar a un niño en duelo (Parte I)”

  1. Helga Ruiz says:

    Muchas gracias!! Estamos viviendo duelos múltiples y eso puede complejo. Gracias por compartir este testimonio

Leave a Reply