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Lean Lucas 1:26-38

“Y el angel le respondió, El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Así que al santo niño que va a nacer lo llamarán Hijo de Dios. 36 También tu parienta Elisabet va a tener un hijo en su vejez.” Lucas 1: 35-36a

Anoche no pude dormir. Estaba dando vueltas cuando decidí salir de la cama y hacer algo. Mirando mi reloj, que decía 1:30 AM, me puse de pie y me voltee hacia la puerta del dormitorio. Lo que vi me aterrorizó de una manera que solo he estado aterrorizada unas pocas veces en mi vida: una figura blanca estaba justo en la puerta. Grité. Entonces gritó. Entonces grité de nuevo. Recapacitando dije: “Bob, ¿qué haces usando MI bata de baño?

Era mi marido en mi bata blanca. Al parecer, él tampoco podía dormir. (Tampoco pudo encontrar su propia bata de baño en la oscuridad.)

El terror en mi corazón era tan real a pesar de que la figura blanca resultó ser humana.

Pero me hizo pensar: imagina que eres María. De acuerdo con las costumbres judías del día, muchos eruditos bíblicos creen que ella tendría tan solo doce años cuando apareció una figura (que imagino que estaba vestida de blanco).

¡Y no era Bob!

Era el ángel de Dios.

No sé si ella gritó, pero sé que estaba asustada porque lo primero que el ángel le dijo fue “No tengas miedo”. No habría dicho eso si él no supiera que ella estaba asustada. Él le dijo que Dios estaba “con ella”.

Cuando leí Lucas 1: 26-38, lo que acaban de leer, me sorprendió un nuevo pensamiento: Dios no esperaba que la joven María pasara por esto sola. A pesar de que el mensaje era que Dios estaba “con ella”, había más. Tan pronto como el ángel le dice a María que ella será la madre del hijo de Dios, él le dice que su pariente Elizabeth también está embarazada. Es casi como decir “No estás sola”. No solo estaba Dios “con ella”, sino que también iba a poner algo de piel y huesos de carne humana real en la vida de María. Él le dio a Elizabeth. Juntas viajaron a través de la primera temporada de Navidad, cada una con su propia tarea especial de parte de Dios. María tenía que preparar su corazón y su cuerpo para el nacimiento de Jesús. La tarea de Elizabeth era para ayudar a María.

Ustedes, queridas madre e hija, viajarán juntas a través de esta temporada navideña. Cada una de ustedes tienen sus propias asignaciones únicas de Dios, pero ¿puedo darles a cada una otra más? Hija, tu trabajo esta semana es simplemente preparar tu corazón para la celebración del nacimiento de Jesús. Mamá, tu trabajo es ayudarla.

¿No estás agradecido de no estar sola? Se tienen la una a la otra.

Actividad para Madre e hija:
Póngase batas de baño (pero no asusten a nadie) y tomen un poco de loción para las manos. Dense masajes en las mano. Mientras lo hacen, hablen sobre la lectura de la Biblia de hoy. Mamá, ponte en los zapatos de Elizabeth y cuéntale a tu hija cómo se pudo haber sentido la tarea de mentorear a María. ¿Cómo te sientes acerca de mentorear a tu propia dulce chica? Hija, ponte en los zapatos de María y cuéntale a tu madre cómo se habría sentido saber que Elizabeth la ayudaría. ¿Cómo se siente tener a tu madre con quien hablar acerca de Jesús?

¡Nos vemos mañana!

 *¡Queremos disfrutar contigo! Cuando hagas la Actividad para madres e Hijas envíanos fotos y tendrán el chance de que publiquemos tus fotos en nuestras redes sociales.*

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