pero Dios mostró el gran amor que nos tiene al enviar a Cristo a morir por nosotros cuando todavía éramos pecadores.
Romanos 5:8, NTV
Imagina que eres una pequeña niña hebrea alrededor del año 1440 a.C. Te ríes y juegas y ayudas a mamá a cocinar mucho. Una de las cosas que amas es el cordero de la familia. Lulú, la corderita, camina por la casa para que mamá la alimente, se acurruca en los pies de tu papá por la noche mientras él les cuenta a todos sobre su día, y duerme a tu lado en la noche. Ella es la corderita más dulce. Tu papá te recuerda que no tendrás a Lulú para siempre, y tú lo sabes porque recuerdas a los otros corderos. Un día, Lulú tendrá que ir al Templo y ser entregada a Dios como sacrificio. Será un día muy triste porque Lulú ya se ha convertido en una mascota.
Y entonces te preguntas, ¿por qué se le ocurrió a tu papá dejarte convivir tanto con este corderito si iba a morir? Bueno, un requisito para un cordero que Dios encontraría aceptable es que tenía que estar impecable, sin defectos, un cordero puro e impecable. (Levítico 4:32-35). Para que eso fuera posible, las familias hebreas solían sacar un cordero del rebaño para protegerlo y mantenerlo libre de manchas. ¿Te imaginas lo triste que sería vivir cariñosamente con una mascota que pronto sería sacrificada? Pero las chicas hebreas sabían que el perdón dependía de un cordero puro.
La necesidad de sacrificar animales al Señor cambió cuando Jesucristo se presentó. Puedes encontrarte con personas que preguntan: “¿Por qué tuvo que morir Jesús? ¿De qué manera Su muerte quita mi pecado?” En Juan 1:29, Juan el Bautista vio a Jesús que venía hacia él y exclamó: “¡He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo!” Cuando Dios envió a su Hijo a morir por nosotros, Jesús se convirtió en el sacrificio final por todos los pecados porque Él fue el Cordero puro e intachable que murió por nuestro pecado.
Si crees que fue difícil para esa pequeña niña hebrea despedirse de Lulú la corderita, imagina lo difícil que fue para Dios sacrificar a su único Hijo.
Momento para Madre e Hija: Mamá, este es un buen momento para enfocarte en el hecho de que Jesús regresó a la vida ¡y todavía vive! Hija, ¿cómo te sentirías si tuvieras que sacrificar un cordero como lo hizo la niña hebrea? ¿Cómo te hace sentir el saber que Jesús murió por ti? ¿Cómo te hace sentir el saber que Jesús está vivo? Dile a Jesús “Gracias” por darse a sí mismo como un sacrificio por ti.
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