Crecí en una comunidad cristiana. Tengo padres cristianos y siempre he ido a un colegio cristiano. Yo me consideraba cristiana también y en parte lo era pero me faltaba mucho todavía. Mi papá siempre me decía que Dios no debía ser solo el Dios de mis padres, porque Él no tiene nietos, El solo tiene hijos e hijas, a lo que yo siempre respondía con una sonrisa.
Un día en julio, una de mis profesoras más cercanas me comentó sobre el retiro de “Y la novia se vistió de blanco”. Recuerdo que cuando me mostró la foto con la información de el retiro no le presté mucha atención. Algunos días después varias de mis amigas me mencionaron el retiro y me dijeron que iban y fue allí donde me empezó a interesar esta idea. Le escribí a mi profesora para obtener más información y ella me dijo que estaba muy contenta de que yo quisiera ir, ella había estado orando por mí y sabía que El Señor tenía un propósito conmigo en este retiro. Sus palabras terminaron de convencerme y desde ahí en adelante empecé a hacer todos los arreglos para poder asistir.
Llegué al retiro con una pequeña idea sobre de qué trataba. En la sesión de bienvenida nos dieron una charla y nos hablaron de la pureza y de que el retiro estaría girando en torno a la misma. Ahí comencé a entender porqué El Señor quería que yo asistiera a este retiro.
Luego de eso, nos dieron un momento para que cada una de nosotras fuera a tener un tiempo a solas con Dios y realizar una actividad devocional. La actividad consistió en escribirle una carta a Dios hablándole de nuestras luchas. Yo estaba luchando con un pecado grandísimo. Llevaba 8 años en un ciclo de el cual nunca podía salir. Siempre trataba de pararlo pero por alguna razón simplemente no podía. Este pecado había obstruido mi relación con Dios por muchos años. Así que al iniciar mi carta, le hable a Dios sobre eso. Derramé mi corazón allí y la llene de mis inquietudes. Todo dentro de mí se estremeció porque de verdad quería acabar con eso. Cuando termine de escribirla, guarde mi carta en mi cuaderno y seguimos con nuestro día.
La mañana después, el 24 de julio, nos levantamos e hicimos nuestra rutina del día. Era un retiro muy hermoso y estaba super feliz. En un momento de el día fui a ver mi cuaderno y cuando lo abrí la carta no estaba. Yo me quede paralizada. Lo primero que pensé fue que tal vez se me cayó en algún momento y alguien la pudo leer. Me llene de miedo con el simple pensamiento de que esto fuera posible. Era mi secreto más oculto y si alguien leía eso no sabía que iba a hacer. Busque por todo el retiro. Por todos lados. Cada esquina. Y no encontré nada. Les pregunté a mis amigas y ellas tampoco la habían visto. Al final de la tarde me rendí y simplemente acepté que mi carta no iba a ser hallada. Estaba triste porque era algo importante para mi pero más que nada tenía miedo de que alguien la leyera.
En la noche tuvimos un tiempo de alabanza y adoración. Al principio estábamos bailando y riéndonos y pasando un tiempo muy divertido. Luego de eso me acuerdo que Sara (guía del retiro) dijo que íbamos a bajar la intensidad de la música un poco. Nos invitó a cerrar nuestros ojos y tener un tiempo con Dios. La adoración que se tocó en ese momento nunca se me olvidará, fue la alabanza “Aquí Estoy” de Hillsong.
En ese momento, estaba completamente enfocada en El Señor, mis oídos se taparon y solo podía escuchar la música. Me olvidé de que habían más niñas alrededor de mi. Me sentí sola. Y empecé a hablar con Dios acerca de mi lucha. Y escuche su dulce voz de amor diciendo “Te perdono.” Yo me asuste al principio. No sabía que estaba pasando. Pensé que tal vez me lo estaba imaginando. “Después de todos estos años, yo te perdono.” Y fue ahí donde entendí que era El que me estaba hablando. Instantáneamente empecé a llorar. Era demasiado para mi. Solo eramos Dios, la adoración y yo en ese momento. Lo primero que pensé fue, “Pero ha pasado demasiado tiempo. ¿cómo Tu me puedes perdonar algo tan grande?” Y El simplemente me dijo, “Yo siempre he estado aquí. Nunca me he apartado de ti.” Yo no podía creerlo. Estaba llorando a llantos en ese momento. Todavía quedaba duda en mi.
El seguía repitiendo las mismas palabras. “Te perdono. Después de todos estos años, te perdono.” Y toda duda se fue. En menos de un minuto El había terminado una lucha que llevaba más de 8 años. Fue como si estaba atada con cadenas que no me dejaban escapar y Él las convirtió en telas de arañas.
Estaba libre.
Dios me había liberado.
Había dispuesto mi corazón y Él me perdonó después de tantos años. Luego me dijo “Inclínate.” Yo nunca me había inclinado. No entendía porque las personas lo hacían o porque lloraban tanto cuando estaban en la iglesia. Yo pensé, “Pero aquí hay más personas. Y si todos me ven?” Fue como si por un segundo el enemigo estaba tratando de atarme otra vez. “Inclínate.” Esta vez lo escuché más fuerte. Y lo hice. Por primera vez me incline. No me quedaba mucha fuerza porque estaba llorando demasiado. Fue como si me deje caer. Y me incline completamente.
Seguí en Su presencia y fue ahí cuando entendí. La carta no se me había perdido. Nadie la había tomado. Cuando uno escribe una carta se supone que tiene que llegar al destinatario. Y eso fue exactamente lo qué pasó. Fue una manera de El mostrarme que con lo que yo había estado luchando, ya Él lo había tomado. Y ahí fue cuando mis lágrimas se convirtieron en lágrimas de alegría. Sonreí y seguí cantando y alabando.
Luego de ese tiempo, tuvimos una dinámica en la que nos dieron una hoja con varios versículos. En la hoja debíamos identificarnos con alguna lucha de las que estaban ahí. Al lado de cada lucha había una verdad de un versículo que vencía la mentira de cada lucha. Recuerdo que en la mañana, Lisa (guía del retiro) había compartido cuál era su versículo favorito y me di cuenta de que yo no tenía ninguno. Y fue en ese ejercicio donde encontré mi versículo favorito. La lucha era: “Si siento que mi pecado es demasiado grande para ser perdonado.” y el versículo que rebatía la mentira era “La sangre de Cristo es suficiente para cubrir todo mi pecado.” A partir de ese día, 1 Juan 1:7 se convirtió en mi versículo favorito.
La última noche, mientras estaba en mi cama y meditaba, entendí tantas cosas. Pensé en lo que mi papá siempre me había dicho. Entendí que Dios no tiene nietos, Él no puede ser el Dios de tus padres. Por primera vez me sentí como Su hija y entendí el propósito de Dios con que yo fuera a ese retiró. Me dormí alabandolo por todo lo que Él hizo allí.
Decidí comprarme un anillo de pureza para recordarme todos los días lo que había pasado en ese retiro. Para mi va mucho más allá de la pureza. Es muy especial. Tiene una perla que simboliza lo que hablamos en el retiro. Me recuerda que Dios lo cuesta todo y que Él lo vale todo. El anillo tiene un patrón trenzado que simboliza mi relación con Dios y finalmente tiene grabado mi versículo favorito, 1 Juan 1:7 y la fecha del retiro, 24-07-18. Me tomó mucho tiempo escogerlo pero cuando lo ví supe que era el indicado. Hasta este día he mantenido mi relación con Dios y he cambiado mi manera de actuar. Estoy sumamente agradecida de lo que Él hizo por mi, nunca podría agradecerle lo suficiente.
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