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Por Laura Booz

Cuando nuestra hija, Vivienne, tenía trece años, la enviamos a un campamento intensivo de ballet en Filadelfia, durante cinco semanas. Este no era nuestro modo de crianza habitual. Después de semanas de oración, nos quedamos en shock cuando dijimos que sí. 

Viv estaba emocionada por la oportunidad, pero a sinceridad, yo fui la fuerza impulsora detrás de la decisión. Estaba convencida de que ella necesitaba la aventura. Ella es una bailarina hermosa y quería que conociera bailarines, coreógrafos e instructores de todo el mundo. Quería que ella se deleitara con la libertad y aprovechara la oportunidad. Era un programa seguro, bien organizado y bien supervisado y me sentí bien al respecto hasta… ¡ay!… la noche que volvimos a casa después de dejarla en los dormitorios, a tres horas de distancia.

Tenía un hoyo en el estómago. ¡¿Cómo pude haber dejado a mi hija en Filadelfia?! Me preguntaba. ¿Qué estaba pensando? Mi hermana vivía a unos minutos de distancia y podía ayudarla en cualquier momento, pero honestamente, ¡¿qué estaba pensando?!

A Viv no le importa que les cuente que fueron cinco semanas difíciles para todos nosotros. A pesar de que ella era una luz allí; los ayudantes de los dormitorios, los maestros y el chef la elogiaron por su alegría, su ética de trabajo duro y su desinterés, ella se sentía miserable .

No conocía a nadie. 

Bailaba ocho horas al día. 

Extrañaba su hogar. 

Y tenía solo trece años. 

Cuando Ryan y yo no estábamos orando, enviándole mensajes de texto o hablando con Viv por teléfono, nos preguntábamos si deberíamos traerla a casa antes o alentarla a completar el desafío (¡lo hizo!). 

Luego del intensivo de ballet, Vivienne dejó de bailar por completo. Había perdido su alegría. 

Me preguntaba si había entendido mal la dirección del Señor. ¿Me engañó mi imaginación? ¿Presioné demasiado y arruiné algo bueno? Puede que nunca sepa las respuestas a esas preguntas.

Los años de la adolescencia son desafiantes porque queremos hacer lo correcto para nuestros hijos. Comenzamos a ver indicios de sus dones y llamamientos. A medida que entran en la adolescencia, queremos prepararlos para el éxito, pero también tenemos que trabajar dentro de los límites de su personalidad y nuestra relación. Podemos querer una cosa para nuestra hija, pero ella puede querer otra. Podemos ver ciertos dones en ella, pero puede que a ella no le interese desarrollar esos dones. Ella podría tener su corazón puesto en algo completamente diferente.

Es tan complicado.

Jesús se interesa por las madres y sus hijas adolescentes. Se interesa por la presión que sentimos de hacerlo bien y prepararlas para el éxito. Le importa la posibilidad de que arruinemos las cosas y necesitemos que nos recuerde que Él tiene todo bajo control. 

Una historia en el evangelio de Lucas me asegura que la felicidad, el éxito y el bienestar de mi hija no descansan sobre mis hombros. Cuando Jesús tenía doce años, María y José lo llevaron a Jerusalén para celebrar la fiesta de la Pascua. En el viaje de regreso a Nazaret, María y José no se dieron cuenta de que Jesús se había quedado en Jerusalén. Después de haber viajado durante un día, María y José no pudieron encontrar a Jesús por ningún lado. Comenzaron una búsqueda frenética. Finalmente, regresaron a Jerusalén y lo encontraron en el templo, “sentado entre los maestros, escuchándolos y haciéndoles preguntas. Todos los que le oían se asombraban de su inteligencia y de sus respuestas”. (Lucas 2: 46-47 NVI) María estaba fuera de sí con asombro y angustia, pero Jesús le dijo con calma: “¿Por qué me buscaban? ¿No sabían que tengo que estar en la casa de mi Padre?” Las Escrituras nos dicen que Jesús regresó respetuosamente a Nazaret con ellos. 

Al final de esta escena, leemos: “Y su madre conservaba todas estas cosas en el corazón”. Lucas 2:51

Me pregunto, ¿qué estaba atesorando María en su corazón? 

¿Estaba ella simplemente atesorando el placer de encontrar a su precioso hijo de doce años? Sólo puedo imaginar lo maravillosa que se sintió cuando lo abrazó, escuchó su voz y supo que todo estaba bien. O tal vez, María estaba atesorando el hecho de que encontró a su hijo en el templo conversando con líderes espirituales, asombrándolos con su comprensión de las Escrituras. ¡Qué increíble exhibición de sus dones! Ella debe haberse sentido tan orgullosa de él. Más que eso, tal vez María atesoraba las inquietantes y santas palabras de Jesús sobre el templo como la casa de su Padre. Esta es la primera vez que escuchamos a Jesús reconocer que él es el perfecto Hijo de Dios. En ese momento, Dios mismo se estaba conectando con la madre de un preadolescente y asegurándole que el peso del mundo no descansaba sobre sus hombros… descansaba sobre el Suyo. No era su trabajo preparar a su hijo para el éxito, la perfección, la felicidad o el bienestar. Dios había enviado a su Hijo al mundo: un adolescente que era perfecto, que entendía sus dones y llamado perfectamente, que sabía cómo desarrollar y usar esos dones, y que era honesto, obediente y respetuoso todo el tiempo. 

En esta escena, descubrimos una verdad fundamental para nuestros adolescentes: Jesús ha cumplido el papel del adolescente perfecto por el bien de nuestras hijas. Para cada duda y pregunta que nuestras hijas tienen sobre su llamado, propósito y futuro, Jesús tiene la respuesta. Él le da la bienvenida a cada preciosa adolescente para que participe en Su justicia y se convierta también en hija de Dios. “… Mas a cuantos lo recibieron, a los que creen en su nombre, les dio el derecho de ser hijos de Dios. Estos no nacen de la sangre, ni por deseos naturales, ni por voluntad humana, sino que nacen de Dios.. ” Juan 1: 12-13 

¿Crees que Él guiará fielmente a nuestras hijas mientras desarrollan sus dones? 

¿Crees que Él nos guiará mientras las criamos? 

¿Crees que tomará nuestros esfuerzos imperfectos y tropiezos y los transformará todos para nuestro bien y Su gloria?

Yo sí lo creo. Cuento con ello.

Con el tiempo, Vivienne comenzó a bailar nuevamente. Hace piruetas en la cocina y toma algunas clases en la academia. Sólo Dios sabe cómo usará sus dones. Coreografía, tal vez. Teatro musical, tal vez. Terapia del habla, tal vez. Estamos aprendiendo a sostener nuestros dones libremente, con las manos abiertas ante Dios, que las llena con el tesoro de un Salvador perfecto.

Biografía de la autora: A  Laura le encanta aprender y compartir estímulo práctico con otras madres que educan en el hogar. Ella vive con su esposo y sus 6 hijos en una granja donde cantan, crían gallinas, organizan fiestas en fogatas y leen libros. Laura es miembro de la Iglesia, amiga, escritora y maestra. La mayoría de sus escritos se centran en la educación en el hogar, el matrimonio, la maternidad y la ministración en la iglesia local. Recibió una licenciatura en biología y una licenciatura en literatura inglesa de la Universidad de Richmond, una maestría en literatura inglesa de la Universidad Penn State y un certificado en el ministerio de mujeres del seminario teológico de Westminster. Ella sirve como Coordinadora del Ministerio de la Mujer en la Iglesia Presbiteriana de Oakwood. Conéctese con ella en  www.LauraBooz.com .


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