Por Angélica Rivera, escritora invitada
Desde pequeñas, las mujeres peleamos una batalla con nuestra imagen. Muchas veces no nos gusta cómo nos vemos y los medios de comunicación han venido a complicar más el asunto. Nos presentan un parámetro o estereotipo de belleza, en el cual muchas veces no encajamos. A causa de esto nos enfocamos y nos distraemos tratando de cambiar lo exterior y nos olvidamos de lo más importante.
Esto comienza desde que somos bien pequeñas. Una madre recientemente me decía que su hija de 9 años estaba llorando porque encontraba que sus muslos eran muy gordos, aun siendo ella una niña delgada. Otra niña de edad similar, no quería soltarse el pelo, porque no lo tenía lacio como muchas de sus compañeras, o se avergonzaba porque su color de piel es moreno y no blanco. Otra niña presenta una batalla a la hora de vestirse, porque dice que no tiene ropa, ya que no le gustan los vestidos en su closet, dando demasiada importancia a la vestimenta. En todos estos casos podemos ver que la importancia está en lo exterior, en vez de lo interior.
¿Cómo podemos nosotras, como madres, ayudar a nuestras hijas a valorar más la belleza interior que la exterior?
Aquí te comparto algunos consejos que creo que te pueden ayudar.
1) Estar sanas nosotras primero.
Es decir, que si yo estoy insatisfecha con mi cuerpo y con mi ropa, y mi hija me ve darle demasiada importancia a las marcas, carteras y el pelo, entonces puedo decirle con mi boca que lo más importante es lo interior, pero mis acciones la convencerán de que lo que realmente importa es como me veo.
Así que lo mejor es tener cuidado de nuestros comentarios y acciones, porque nuestra forma de vivir habla más que nuestras palabras.
2) Enseñarles que todo tiene su tiempo.
A mi hija le encanta el maquillaje y pintarse las uñas, como a casi todas las niñas. En ocasiones jugamos maquillándonos y pintándonos las uñas, pero le recuerdo que hay un tiempo para todo y que debe esperar a estar más grande para maquillarse. Esto le enseña a no querer vestirse, ni verse, como una niña más grande, y también a disfrutar de cada etapa de su niñez sin querer adelantarse.
3) Recordarle que lo más importante es su corazón.
Engañosa es la gracia, y vana la hermosura; La mujer
que teme a Jehová, ésa será alabada. – Prov. 31:30 (RVR1960)
Hace unos días me tocó hablar en la iglesia con una señora que por fuera se veía impecable: muy hermosa físicamente, su pelo muy saludable, bien maquillada, con una vestimenta bien combinada. No recuerdo exactamente de qué hablábamos, pero sí recuerdo que a medida que ella hablaba, toda su belleza externa se esfumaba. Sus gestos ásperos, sus exigencias, quejas, prepotencia, hizo que ahora no se viera para nada hermosa. Su belleza inicial fue totalmente engañosa.
Hay ocasiones en que mi hija tiene un hermoso vestido, pero tiene una mala actitud. En ocasiones como ésta, aprovecho para recordarle que de nada le vale estar hermosa por fuera, cuando la actitud del corazón no es agradable a Dios.
El corazón alegre hermosea la cara, pero por el dolor
del corazón el espíritu se abate. – Prov. 15:13 (RVR1960)
Un corazón feliz, agradecido y con una buena actitud, nos hará más hermosas que cualquier adorno externo. Y a Dios le importa más la actitud de nuestro corazón, que una apariencia externa impecable.
Su adorno no sea el exterior, con arreglos ostentosos del cabello y adornos de oro ni en vestir ropa lujosa; sino que sea la persona interior del corazón en lo incorruptible de un espíritu tierno y tranquilo. Esto es de gran valor delante de Dios. – 1 Pedro 3: 3-4 (RVA-2015)
Y no me malinterpreten, no es que no le demos importancia a lo de afuera. Está bien enseñarle a nuestras hijas a querer estar limpias, combinadas, y peinadas; siempre y cuando eso no les genere ansiedad y las lleve a un afán por lo externo. Así como tienen las personas que no conocen a Dios.
¿Cómo cultivo esa belleza interna en la vida de mi hija?
1) Oremos persistentemente que Dios guarde su corazón.
Esta generación tiene un “sobre-enfoque” en lo exterior. El ataque y la presión que nuestras hijas reciben cada día, para enfocarse en su belleza externa, son agresivos, por lo que tenemos que pelear esta batalla de rodillas. Hay muchas cosas que yo no podré hacer, solo Dios es quien cambia y transforma los corazones.
2) Recordemos que somos las responsable de guiarlas
En muchas ocasiones he visto niñas pequeñas que son las que deciden qué ropa ponerse y cómo peinarse, y esto es un grave error. Hemos sido encomendadas por Dios para guiar a nuestras hijas. Tenemos sabiduría que las puede ayudar, y aún si ellas no están de acuerdo, Dios les manda a someterse a nuestra guianza.
Algunas veces por evitar conflictos o pleitos, podemos sentirnos tentadas a dejar algunas cosas pasar. Ciertamente debemos elegir nuestras batallas, pero en términos de la moda, lo que nuestra hija usan, la edad para ponerse maquillaje, que hacer y a donde ir, nos toca a nosotras como madres la responsabilidad de guiarlas y protegerlas.
Así que no cedamos en lo que creemos que es correcto, solo por evitar conflictos.
3) No nos cansemos de hacer nuestro trabajo
Nuestra labor es instruir, discipular, modelar y enseñar. Dejemos los frutos en las manos de Dios. Hay ocasiones donde nos podemos sentir cansadas de decir lo mismo y no ver los resultados, pero debemos persistir.
No nos cansemos, pues, de hacer el bien porque a su
tiempo segaremos, si no desmayamos. – Gal. 6:9 (RVR1960)
Si desea saber más acerca de cómo puedes ayudar a tu hija a “vestir” su corazón con las cosas correctas, mira este video para escuchar a Dannah explicar cómo puedes enseñarle a ponerse las vestiduras de la VERDADERA belleza escritas en la Palabra de Dios.
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Me sirvió mucho lo que comparte. Gracias.
Gloria a Dios🌼
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