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Por Beth Frank

Cuando pienso en preadolescentes, la primera palabra que me viene a la mente no sería “simple”. Así mismo, cuando pienso en el Evangelio, definitivamente en un principio no pensaría en la palabra “simple”. Los preadolescentes son personas complejas que todavía tienen un pie firmemente arraigado en la infancia, mientras que ya comienzan a madurar emocional, física y socialmente. Es una etapa previa, como implica el término “preadolescente”, y muchas personas con mucha más experiencia que yo han escrito ya sobre las complejidades de esta edad.

Yo soy madre de una preadolescente, por lo que tengo un asiento en primera fila para observar lo que es ser una preadolescente en el 2021 y “simple” no se acercaría a describirlo. El Evangelio es otro tema complejo que se ha discutido y estudiado durante miles de años. A veces, el simple hecho de usar palabras no parece suficiente para explicar de manera adecuada la que realmente es la profundidad y la grandeza del Evangelio. Sin embargo, no debemos permitir que eso nos impida presentar el evangelio con regularidad y claridad a los preadolescentes que Dios ha puesto en nuestra vida. ¡Y aquí hay tres maneras simples en las que podemos hacer precisamente eso!

  1. ¡Simplemente cuenta una historia!

“Anunciaré tu nombre a mis hermanos entre tu pueblo reunido te alabaré”.
Salmo 22:22

¡Hay poder en una historia! Y aún más cuando la historia es tuya. A esta edad todavía les cautiva escuchar una historia. Simplemente comparte cómo el Evangelio cambió y sigue cambiando tu vida. Piénsalo, ¿tu adolescente conoce los detalles de cómo llegaste a Cristo? Tal vez conozcan la historia básica, pero, a medida que maduran y se desarrollan, puedes compartir con ellos más y más detalles que pueden comprender y apreciar.

Todas las historias de salvación comienzan y terminan con gracia. La gracia es algo que se necesita desesperadamente y que se da en abundancia. Hay belleza en tu historia sin importar de dónde vienes o qué hiciste antes de ser salva. Comparte esa belleza con tu hija; cuéntale tu historia con Dios y deja que experimente contigo nuevamente el asombro de esa gracia que transforma vidas.

  1. ¡Simplemente habla con claridad!

“Entonces Jesús llamó a los niños y dijo a los discípulos: «Dejen que los niños vengan a mí. ¡No los detengan! Pues el reino de Dios pertenece a los que son como estos niños»”.
Lucas 18:16

Incluso en esta breve publicación he utilizado una terminología diferente sobre el Evangelio. Como adultos, algunas veces nos expresamos con diferentes palabras y frases que tienen sentido para nosotros, pero que pueden causar confusión cuando intentamos presentar el Evangelio. Por ejemplo… Necesitas ser salvo. ¿Has aceptado a Jesús en tu corazón? ¿Eres un seguidor de Cristo? ¿Has nacido de nuevo?

No hay nada de malo en ninguna de esas preguntas, pero, si las usamos indistintamente con un preadolescente, pueden resultar confusas. Además, parte de la terminología de la iglesia se ha utilizado durante mucho tiempo, pero no tiene sentido para un chico que no ha pasado mucho tiempo en la iglesia. Asegúrate de hablar con claridad y no solo de usar terminología “cristianoide”.

El Evangelio es complejo, pero es lo suficientemente simple para un niño. Jesús nos dijo esto en Lucas 18:16. Tómate el tiempo de pensar en cómo quieres presentar el Evangelio con claridad, qué terminología deseas usar, y trata de continuar así cada vez que hables con tu preadolescente.

  1. ¡Simplemente sé constante!

“Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas. Debes comprometerte con todo tu ser a cumplir cada uno de estos mandatos que hoy te entrego. Repíteselos a tus hijos una y otra vez. Habla de ellos en tus conversaciones cuando estés en tu casa y cuando vayas por el camino, cuando te acuestes y cuando te levantes. Átalos a tus manos y llévalos sobre la frente como un recordatorio. Escríbelos en los marcos de la entrada de tu casa y sobre las puertas de la ciudad”.
Deuteronomio 6:5-9

Con los niños, no hay nada que supere a la constancia… especialmente cuando se trata del Evangelio. Haz todo lo posible por compartir constantemente el Evangelio, día tras día, con los preadolescentes con quienes tengas contacto.

Cuando un amigo suyo los decepcione, llévalos de nuevo al Evangelio. Cuando la vida les envíe una tormenta, acércalos de nuevo al Evangelio. Cuando estén heridos, asustados o confundidos, tráelos de vuelta al Evangelio. Simplemente sé constante. El Evangelio no es algo que se comparte en Pascua y luego se repite una vez al año; debes entretejerlo en tus conversaciones diarias.

Compartir el Evangelio es una gran tarea, pero no dejes que te abrume. Deja que el Evangelio trabaje en tu corazón y en tu vida, y comparte esas experiencias. Apóyate en el Espíritu Santo para que te ayude. Como dijo una vez Corrie Ten Boom:

“Tratar de hacer la obra del Señor con tus propias fuerzas es el trabajo más confuso, agotador y tedioso de todos. Pero cuando estás lleno del Espíritu Santo, entonces el ministerio de Jesús simplemente fluye de ti”.

Lo más importante es que ores para que Dios atraiga a esos preadolescentes hacia Él y que ellos sean sensibles a Su voz en su vida.


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