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¿Te has preguntado alguna vez por qué a tu hijo le cuesta tanto detenerse y descansar?

Antes de entrar en tema, quiero contarte algo muy personal que me hizo abrir los ojos sobre esto.
En casa hacemos educación en el hogar, y una de las cosas que más nos ayuda es tener una estructura y rutinas diarias. Un día, mientras mi hija más pequeña jugaba en la sala, se me acercó y me dijo:
“Mami, no sé qué más hacer… ¿Qué hago?”
Fue directo a mirar nuestra rutina, donde claramente tenemos un espacio para descansar… pero fue como si esa opción no existiera para ella. Simplemente la saltó.

Eso me hizo pensar mucho.

También, en mis consultas como psicóloga, cuando escucho a los padres describir su día —y el de sus hijos— me doy cuenta de que, aunque hacen una lista larguísima de actividades, el descanso casi nunca aparece como prioridad.
Y sirviendo en mi iglesia, en la escuela bíblica, veo lo mismo: los niños, a los 10 minutos de estar en clase, ya están inquietos, moviéndose, preguntando qué sigue. Les cuesta mucho simplemente quedarse quietos.

Y todo esto me llevó a mirarme a mí misma y hacerme una pregunta incómoda:
“¿Y tú, Marlene, sabes detenerte y descansar?”
Hoy quiero hacerte esa misma pregunta:
¿Tú sabes cuándo detenerte y descansar?

Hoy vivimos en un mundo donde estar ocupado se ha vuelto un símbolo de éxito. Aun nuestros hijos pequeños tienen agendas llenas: clases de música, deportes, tareas, actividades extracurriculares, pantallas, más pantallas…

Y  ¿cuál es el resultado? 

Mentes sobrecargadas, corazones fatigados, espíritus que no saben estar quietos.

Déjame contarte qué sucede cuando nuestros hijos no descansan:

Estudios recientes muestran que el cerebro de un niño necesita tiempos de descanso real para poder procesar emociones, consolidar memoria y desarrollar creatividad.

Déjame compartir contigo que sucede cuando no hay descanso:

  • Sus cerebros se mantienen en estado de alerta constante.
  • Aumenta el cortisol, la hormona del estrés.
  • Se les hace más difícil regular sus emociones.
  • El sueño, la concentración y el aprendizaje se ven afectados.

Pero aquí es donde quiero que hagamos una pausa: esto no es solo un tema científico. También es un asunto espiritual.

Desde el principio, Dios nos dejó un ejemplo perfecto:

“Dios bendijo el séptimo día y lo santificó, porque en ese día descansó de toda la obra que había hecho en la creación.” Génesis 2:2-3

¡El descanso no es opcional!
Dios mismo, siendo Todopoderoso, decidió detenerse. No porque se hubiera cansado, sino para mostrarnos un ritmo de vida saludable, y como glorificamos su nombre cuando lo hacemos. 

Si nuestros hijos no saben descansar, no es solo un problema de agenda. Es una señal de que, quizá, hemos desconectado nuestro hogar del ritmo que Dios  diseño para nuestro bienestar.

Y aquí viene una verdad que quizás duela, pero también nos puede traer esperanza y libertad:
  Nuestros hijos están aprendiendo de nosotros. Si ellos no descansan… ¿Cómo está nuestro propio descanso?

¿Qué podemos hacer?

Antes de cambiar la rutina de nuestros hijos, necesitamos pedirle al Señor que revise nuestro propio corazón:

  • ¿Vivo acelerada, corriendo de una actividad a otra?
  • ¿Me siento culpable cuando no estoy “produciendo”?
  • ¿Cuándo fue la última vez que simplemente me senté a contemplar y agradecer?

El primer paso hacia un cambio en nuestra familia es reconocerlo y pedir ayuda a Dios.

Pedirle al Señor que nos enseñe a detenernos y descansar. Y que podamos modelar esto a nuestros hijos. ¿Te sentiste identificada?
No te pierdas el próximo blog donde te hablaré de cómo el cerebro de nuestros hijos clama por descanso… y qué pasa cuando no lo escuchamos.

¿Te sentiste identificada?

No te pierdas el próximo blog donde te hablaré de cómo el cerebro de nuestros hijos clama por descanso… y qué pasa cuando no lo escuchamos.

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¡Será un tiempo de bendición para tu familia!

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