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Por Jennifer Abbatacola

Continuamos nuestra serie de dos partes sobre cómo consolar a los niños cuando atraviesan un proceso de duelo. Aunque estas son las cosas que aprendí cuando mis hijos perdieron a su padre en el verano de 2017, son prácticas para cualquier pérdida en la vida de un niño… la pérdida de un amigo, una mascota, un abuelo e incluso en el divorcio. En algunas pérdidas, puede ser necesario menos tiempo para caminar con tu hijo en su duelo. 

Incluso dos años después, yo sigo usando las tres decisiones que tomé ese verano. Compartí la Decisión# 1: “Tiempo” en la publicación anterior. Hoy comparto las decisiones #2 y #3.

Decisión #2: Paciencia

Gálatas 6:9: “No nos cansemos de hacer el bien, porque a su debido tiempo cosecharemos si no nos damos por vencidos”.

Un niño en duelo requiere paciencia. La verdad es que escucharás la misma historia una y otra vez, y tú debes escuchar. También es verdad que posiblemente no escuches nada más que llantos contenidos y tranquilos. A veces los niños no saben qué decir. En ocasiones los niños en duelo solo necesitan llorar. Están heridos y es tan profundo el dolor que no tienen palabras.

Es durante este tiempo que tu paciencia se convierte en la vara que protege a tus hijos. Necesitan la seguridad de tu paciencia para protegerlos de sus inseguridades, sus preguntas, sus lágrimas y su confusión mientras comprueban cómo necesitan asimilar el cambio que les está sucediendo. La paciencia es otra forma de crear un espacio alrededor de tu hijo y dejar que intente comprender sus circunstancias, así como al Dios que le permitió esa aflicción. Mi abuela no pudo ofrecerles esto a sus hijos y resultó que sus corazones quedaron en peligro, lo que causó daños a sus relaciones de por vida. Tu paciencia es el fruto de tu persistencia en hacer el bien, y eso protegerá su afligido corazón.

Hay momentos en medio del dolor en los cuales los niños tienen palabras y tú no. Recuerdo los momentos en que no tenía nada más que dar ni nada que decir, así que hice lo único que pude: los envié a la Palabra de Dios. Mis únicas palabras para ellos fueron: “No sé qué decir, así que todo lo que puedo hacer es pedirle al Espíritu Santo que te ayude. Por favor, ve a Él y a Su Palabra. Él te ayudará”. Y Él lo hizo.

Habrá un tiempo en que habrán aprendido a proteger sus propios corazones, pero ese momento no es mientras son más vulnerables. Necesitarán de tu ayuda y paciencia mientras lo descubren, y tendrás que verlos descubrirlo una y otra vez. Sin embargo, tu fidelidad hacia ellos será un ejemplo sanador de la fidelidad de Dios y esto les permitirá cosechar relaciones saludables por el resto de sus vidas.

Decisión # 3: Enfoque

Santiago 1:19: “Por esto, mis amados hermanos, todo hombre sea pronto para oír, tardo para hablar, tardo para airarse”.

El tercer y último paso para consolar a un niño es el enfoque. Enfoque es lo que necesitamos a fin de ser “prontos para oír”, como dice Santiago. No nos viene naturalmente. Es mucho más fácil ser lentos para escuchar y rápidos para hablar… y satisfacer nuestras propias necesidades. Cuando estamos en duelo, la decisión de permanecer enfocados es la más difícil de tomar.

Hubo momentos en que todo lo que quería era ser pronta para hablar. Quería decir: “Oye, yo también estoy en duelo. Acabo de perder al único hombre que alguna vez me amó”, o “Tú te casarás y te irás, y yo me quedaré aquí, sola”. Estaba tan cansada (y algunos días todavía lo estoy) que quería evitarlo todo e irme a dormir, pero rápidamente volvía mis ojos a sus ojos y enfocaba mis pensamientos en ellos para poder participar en su proceso. Debemos escuchar lo que dicen nuestros hijos y debemos hacerles buenas preguntas. Ambas cosas requieren enfoque.

Lo que hallé en nuestras conversaciones en las escaleras, la terraza, el sofá, sus camas…, cuando me enfocaba como nos piden las Escrituras, es que había sanidad en mis hijos y que el Señor me permitía participar y verlo a Él trabajar en la vida de mis personas favoritas. Les hacía preguntas sobre lo que decían, como: “¿Puedes contarme más sobre eso? ¿Cómo te hizo sentir eso? ¿Por qué te sientes así? ¿En qué versículo estás pensando? ¿Por qué eso te asusta? ¿En qué estás soñando? ¿Cómo estás durmiendo ¿Cómo puedo ayudarte? ¿Cómo puedo ser una mejor madre?”

Con este patrón de consuelo, les estaba dando a mis hijos libertad y permiso para hablar abiertamente sobre sus sentimientos. Estaba dando señales claras de que estaba escuchando. Con expresiones verbales y no verbales, recibieron el mensaje: “Es seguro para mí procesar lo que no entiendo”. 

Creo que mi vida y la de mi familia están perfectamente orquestadas por el Señor. Nada es un error. Nada sucede por casualidad. Si creo esto acerca de las decisiones de Dios, entonces es Su elección que nuestra familia, y cada uno de nosotros, tenga que atravesar un proceso de duelo.

El duelo requiere consuelo. Dios lo hizo así. Los tres, la pérdida, el duelo y el consuelo, deben ser respetados. Cuando Marc murió, pensé que el objetivo era sanar. Estaba equivocada. El objetivo era experimentar la pérdida, el dolor y el consuelo que el Señor orquestó para mí. Puede que nunca sane por completo, pero eso no significa que no esté sana. (2 Corintios 12:9: “Y me ha dicho: Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad. Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo).

La reacción a la pérdida es el duelo. La reacción al duelo debería ser el consuelo. Y digo “debería” porque no todos los niños han tenido la bendición de recibir consuelo en su duelo. Dios no tenía la intención de que nos afligiéramos solos, y mucho menos nuestros hijos que todavía están aprendiendo cómo funciona este mundo. Sin embargo, la Escritura es clara, Dios siempre estará presente en la ausencia (y presencia) de un padre paciente y enfocado.

Cuando consolamos con una estrategia clara, les mostramos respeto a nuestros hijos. Ellos son valiosos, y nuestro tiempo, paciencia y enfoque lo afirman. Nunca intenté hacer que mis hijos se sintieran apreciados. Eso es manipulación. Mis hijos son valorados y, debido a eso, su proceso de duelo necesita ser respetado. El tiempo, la paciencia y el enfoque simplemente reflejan lo que ya es cierto.

Han pasado algunos años ya desde la muerte de Marc. Cada acontecimiento es otra ola de dolor para mis hijos que requieren consuelo. No lamentos. No tirar objetos. Solo hablar. Asimilar. Pensar. Sentir. Llorar. Es una especie de maratón que se corre de manera honesta y ligera, con tiempo, paciencia y enfoque. No es complicado, pero tampoco es fácil.



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