Por Dannah Gresh, fundadora de True Girl
No importa cuánto te haya visto tu hija imprimir cupones o buscar rebajas, en algún lugar alrededor de los trece años, muchas de ellas “simplemente morirán” si no puede gastar algo como la mitad de la cantidad de la deuda nacional en un par de jeans. ¿Qué puede hacer una mamá al respecto?
Yo tuve mi propio pase cuando se trató de adolescentes abiertamente codiciosas sobre la moda y conscientes de las marcas. Mis chicas eran muy fáciles en ese sentido, pero aún así enfrentaban mucha presión para usar las últimas tendencias y las mejores marcas. Y seguir una marca es caro. Tanto en términos de dinero como de corazón.
Las ciencias sociales nos ofrecen una huella estadística de cómo resultará una niña en función de a qué está expuesta y cuándo. Cuando mi hija era una adolescente, la Asociación Estadounidense de Psicología realizó un estudio de dos años sobre la sexualidad de las niñas. Esto me dio una clara evidencia de que la “corazonada” de madre que estaba sintiendo dentro de mí sobre no dejar que una niña de nueve años corra en minifalda y actúe como una “loca por los chicos” era más que una corazonada. El informe del grupo de trabajo indicó que las letras de la música, el contenido de Internet, los videojuegos y la ropa que ahora se comercializan para las niñas, las presionan para que crezcan demasiado rápido, sin generar un efecto inmediato aparente. Esto está claramente relacionado con los trastornos alimentarios y la baja autoestima, depresión y debut sexual temprano cuando estas niñas se vuelven adolescentes. Eso fue suficiente para que me volviera más asertiva en lo que permitía que mis hijas compraran y en cuánto gastaban. De repente, todo me pareció muy importante.
Le pedí consejo a un amigo que estaba siendo padre unos años antes que yo y encontré la solución más sorprendente. Fue tan simple que literalmente redujo mi presupuesto de ropa a la mitad, y mis chicas obtuvieron tanto… o más… cada temporada.
Primero, sume lo que pueda presupuestar para las compras de esta temporada, póngalo en un sobre y preséntelo a su hija. (Ella sonreirá y se mareará al pensar en lo lejos que llegará. No le diga todavía que nunca rinde tanto como uno piensa).
En segundo lugar, junto con ella establece una lista de prioridades. Por ejemplo, si es hora de ir de compras para el regreso a clases, es posible que quiera un par de jeans nuevos, tres camisetas geniales, un par de zapatos nuevos y un suéter. Este paso es realmente importante o se distraerá con el brillo de un vestido de fiesta que no necesitará … ¡nunca! Dígale que necesita encontrar las prioridades y comprarlas primero y que si le queda dinero puede comprar ese lindo vestido.
¡Por último, dirígete al centro comercial y calla mientras ella aprende las lecciones de administración del dinero! Al principio es un poco difícil, pero puedo testificar que las tres chicas Gresh lloraron mucho menos después de que comenzamos a comprar de esta manera. A mis hijas les encantó la sensación de empoderamiento y casi instantáneamente se convirtieron en compradores de rebajas. Pasaron por alto las marcas caras por opciones más rentables. Fue su idea llevar la ropa de la temporada pasada a una tienda de segunda mano local para aumentar su poder adquisitivo.
Quizás lo más importante es que mis hijas aprendieron lecciones valiosas sobre cómo hacer un presupuesto y ahorrar, y nuestra relación ya no se vio tensa porque yo dijera “no” a las cosas que nuestra familia no podía pagar. Permítanme decirlo de otra manera: esta fue una de las MEJORES cosas que hice por nuestras relaciones durante la adolescencia de mis hijas.
Recuerdo haber intentado comprarle a uno de ellos una chaqueta cara como regalo de despedida a la universidad. Ella se sorprendió cuando miró la etiqueta del precio, “¡Mamá! ¡Podría conseguir cuatro por eso!
¡Lección aprendida!
Excelente, me encantó. Gracias por compartir.
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