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Por Bethany Beal

Yo era la chica adolescente que leía libros cristianos sobre modestia, pureza y relaciones. A menudo leía una y otra vez mis libros favoritos. Me encantaba aprender y esforzarme por comprender el diseño de Dios para mi vida como una chica cristiana.

Llevaba el anillo de pureza.

Leí ”Le dije adiós a las citas amorosas” de Joshua Harris.

Guardé el sexo para el matrimonio.

Guardé mi primer beso para el día de mi boda.

Yo fui esa chica.

Volviendo rápidamente al día de hoy, supongo que algunos me considerarían un producto del “movimiento de la pureza”.

En días recientes, en los círculos cristianos se ha estado hablando mucho sobre aquellos que crecieron en la generación del movimiento de la pureza y de cómo impactó nuestros corazones, nuestras relaciones y nuestros puntos de vista sobre la sexualidad. En retrospectiva, queda claro que los líderes de la iglesia, aunque bien intencionados, pudieron haber hecho un énfasis inútil y antibíblico en algunas prácticas específicas, como listas de qué hacer y qué no hacer que no están en las Escrituras.

Debido a algunas de estas perspectivas no bíblicas, muchas mujeres y hombres creen haber desarrollado una perspectiva distorsionada de la sexualidad, las relaciones de pareja y el matrimonio.

Como producto de esa generación, me han preguntado si me he sentido mal guiada por los mensajes del movimiento de la pureza; sin embargo, como nueva esposa, me está yendo muy bien. Mi matrimonio es dulce. Tuve una maravillosa luna de miel y disfruto de la intimidad con mi esposo.

El movimiento de la pureza puede haber cometido algunos errores, pero, escúchame: no creo que la pureza sea la culpable. Somos nosotros. Somos nosotros los que hemos tergiversado (o a quienes se nos ha enseñado a tergiversar) la Palabra de Dios y hemos ligado nuestras propias ideas, reglas y conceptos a la pureza.

En lugar de abandonar la pureza como un concepto obsoleto o dañino, reivindiquémosla.

Aquí hay diez cosas que la pureza nunca debió ser:

  1. La pureza nunca estuvo destinada a ser un dios.
  • Si nuestro objetivo principal es la pureza y no Dios mismo, estamos errando el blanco. 
  • Solo Dios es digno de nuestra adoración. Él nos ordena no adorar nada ni a nadie más que a Él. 

“No tengas otros dioses además de mí” (Éxodo 20:3, NVI).

No permitas que tus “buenas obras” o que tu “buen estilo de vida” se conviertan en tu dios. La pureza merece nuestro honor y atención, pero nunca debe ser un ídolo en nuestra vida.

  1. La pureza nunca estuvo destinada a definirte.
  • Nuestra dignidad y nuestro valor no se basan en cuán “puros” o “impuros” hemos sido. La pureza no nos define, y tampoco la impureza. De hecho, la Palabra de Dios dice que, sin Él, todos somos pecadores impuros (Romanos 3:10).
  • Si has aceptado a Jesús como tu Salvador, eres SU hija amada. Todo lo que Dios ve ahora son vestiduras blancas y relucientes de justicia, ¡gracias a Jesús (2 Corintios 5:21)! Hija de Dios. Creada, rescatada, vista y amada incondicionalmente por Él.
  1. La pureza nunca estuvo destinada a ser un depósito. 
  • ¡Esta es grande! La pureza no es como poner una moneda en la máquina de chicles y obtener un premio. No estamos destinados a abrazar la pureza meramente como un pago inicial para un futuro cónyuge y sexo maravilloso. Si somos honestas, ¿con qué frecuencia vemos la pureza de esta manera?
  • La realidad es que buscar la pureza cuando estamos solteras no nos garantiza ni un matrimonio mágico ni sexo satisfactorio. Nuestra motivación para buscar la pureza de nuestro corazón debe ser honrar a Jesús, porque Su sacrificio es todo lo que necesitamos.
  1. La pureza nunca estuvo destinada a ser algo de terror.
  • Si contigo han usado la pureza como una herramienta de vergüenza, lo lamento profundamente.
  • La pureza nunca estuvo destinada a usarse como una amenaza y tampoco fue ideada como una herramienta de vergüenza para llevar a las personas a obedecer y reservar el sexo para el matrimonio. Ese no es el diseño de Dios, esa es una triste distorsión.
  • Sí, habrá consecuencias negativas si echamos la pureza por la ventana, pero quiero que sepas esto:

No careces de valor por haber cruzado la línea y haber pecado.

No eres un bien dañado.

Dios ofrece perdón y libertad de las cadenas del pecado… sí, incluso por el pecado sexual.

  • La pureza debe ser algo hermoso, no una fuente de vergüenza.
  1. La pureza nunca estuvo destinada a ser una insignia de honor.
  • Si te consideras más santa que otras debido a tu compromiso con la pureza, esa es una señal de orgullo en tu corazón. Nuestro deseo de abrazar la pureza debe nacer de un corazón humilde que busca honrar a Dios, no es para vanagloriarnos.
  • La pureza no es una insignia de honor que ganamos y usamos como si hubiéramos logrado algo grandioso por nuestra cuenta; es simplemente la gracia de Dios obrando en nuestras vidas.
  1. La pureza no te hace ganar puntos.
  • Hablando de ganar cosas, la pureza no es una forma de ganar puntos ante los ojos de Dios. Sí, nos ama incondicionalmente, pero ese amor ya es pleno. No ganamos ni perdemos puntos. ¡El evangelio no funciona de esa manera!
  1. La pureza nunca estuvo destinada a complacer a los demás.
  • La pureza no se trata de estar a la altura de los estándares de otra persona, ganarse su aprobación o ser lo suficientemente buena para alguien. No te dejes atrapar por la trampa de vivir tu vida para complacer a humanos pecadores.
  • ¿ Qué busco con esto: ganarme la aprobación humana o la de Dios? ¿Piensan que procuro agradar a los demás? Si yo buscara agradar a otros, no sería siervo de Cristo (Gálatas 1:10, NVI).
  1. La pureza nunca estuvo destinada a dividir a las personas.
  • No estamos destinados a ser divididos en categorías de “puro” e “impuro”. Debido al pecado, todos estamos del mismo lado. Todos somos impuros y estamos quebrantados ante Dios. Todos necesitamos un Salvador. Todos necesitamos a Jesús. Cada uno de nosotros.

Como digo en mi libro, La sexualidad definida por Dios:

“No hay sistemas de clasificación con Dios. No hay categorías basadas en quién ha vivido una vida más pura y quién no. Si nosotras, como mujeres, tuviéramos la capacidad de contribuir o quitar a nuestro valor, el evangelio no tendría sentido. La muerte de Jesús en la cruz habría sido inútil“.

  1. La pureza nunca estuvo destinada  a ser tu salvación.
  • La pureza no es un salvador. Tampoco es un boleto al cielo.
  • Las buenas obras por sí solas nunca podrán salvarnos. Todo se trata de la gracia a través de la fe en Jesucristo.

“Porque por gracia ustedes han sido salvados mediante la fe; esto no procede de ustedes, sino que es el regalo de Dios, no por obras, para que nadie se jacte” (Efesios 2: 8–9, NVI).

  1. La pureza no es el objetivo final.
  • La pureza no es nuestra recta final. Oh sí, es parte del plan de juego para la vida cristiana, pero no es donde ponemos nuestra mirada. Amar y servir a Jesús siempre debe ser nuestra meta; el blanco, por así decirlo.
  • La pureza está destinada a ser un desbordamiento de nuestro amor por Jesús. Es un deseo de vivir de acuerdo con el buen diseño de Dios para nosotros.

La verdadera autoridad sobre la pureza

Ya sea que hayas crecido en medio del movimiento de la pureza o no, es muy importante que veamos este concepto a través de un lente bíblico. No permitas que tu propio corazón pecaminoso o los mensajes equivocados de quienes te rodean definan tu visión de la pureza.

Recuerda que toda nuestra vida debe vivirse para la gloria de Dios. Eso incluye nuestra sexualidad. Nuestro deseo de abrazar la pureza debe centrarse en vivirla para la gloria de Dios.

Biografía de la autora:

Bethany Beal está locamente enamorada de su mejor amigo y esposo, David, y es la cofundadora de GirlDefined Ministries. Le apasiona difundir la verdad de la feminidad bíblica a través de blogs, charlas y tutorías de mujeres jóvenes. Para su familia y amigos cercanos, ella es simplemente una chica alta y rubia que está obsesionada con los smoothies y no se cansa de su esponjoso perrito. Puedes leer más sobre ella en su nuevo libro, La sexualidad definida por Dios: El Diseño radical de Dios para el sexo, la pureza y los anhelos del corazón.


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